domingo, septiembre 20, 2009

La biblioteca arcana / The secret library


 

En una antigua ciudad europea, de nombre olvidado, en la confluencia de tres calles en forma de tau, se encontraba una vieja iglesia en ruinas junto a un jardín también abandonado y objeto de especulación por ambiciosos constructores sin escrúpulos. El jardín siempre había estado cercado por un infranqueable muro que le daba cierto aspecto oscuro y misterioso.
Cada noche, al tocar las cuatro de la madrugada en la torre de la catedral, un grupo de ancianos cruzaba clandestinamente la puerta de la abandonada iglesia que daba al enigmático jardín. Los ancianos eran los únicos poseedores de la llave que abría la puerta de la iglesia, en la que, en una esquina cerca del ábside y tapada con un pesado arcón, se encontraba una trampilla en el suelo que comunicaba con una larga galería dividida en nuevos pasadizos, como si de un laberinto se tratara.
El grupo de ancianos se adentraba cada noche en el interior del laberinto, siempre iluminados con la luz de una tea, pues era costumbre entrar en aquel sitio sin luz eléctrica. En la salida del laberinto, cuyo acceso sólo ellos conocían, se encontraba una enorme biblioteca subterránea, tan grande como un campo de fútbol y en la que se encontraban ejemplares únicos y originales de antiguos libros y manuscritos del Antiguo Testamento, Evangelios, miles de volúmenes salvados de Alejandría y otros tantos millares hoy desconocidos para la humanidad.
Los ancianos habían vivido en la ciudad desde el siglo XIII, a la que habían llegado cuando eran caballeros templarios, transportando el ingente y secreto cargamento a la subterránea biblioteca. Afortunadamente, pudieron sobrevivir tantos años en la ciudad gracias al jardín, pues éste poseía un mineral de la eterna juventud en su tierra, en la que cultivaron escogidas frutas para su alimentación. La situación geográfica del jardín no era fortuita, pues pudieron localizar tan eminente lugar gracias a los libros que salvaron y leyeron.
El destino de los ancianos era velar por la integridad de los libros y el saber que atesoraban durante siglos, a la espera de un nuevo renacer para la humanidad, donde la luz de la sensatez y el sentido común gobierne el mundo, lejos ya de la soberbia, autosuficiencia y vanidad de los intelectuales modernos. Cuando el conocimiento sea para los más desfavorecidos y, especialmente, para aquellos que quisieron pero nunca pudieron, será entonces cuando la misión de estos ancianos monjes guerreros haya concluido y podrán descansar para siempre.
Todos los derechos reservados. Copyright © Carlos Jiménez de Parga 2006 - 2015 Carlos Jiménez Parga - Registrado en la Propiedad Intelectual de Murcia - Reg nº 910/09